miércoles, 25 de julio de 2012

El amoricidio

El amoricidio es estar profundamente enamorado de algo que no tiene ninguna correspondencia real. Es algo así como amar desesperadamente y con las entrañas un pedazo de ladrillo o un canto rodado: no hay forma de satisfacerlo, es un amor frustrado desde el principio, un amor que no es ni podrá ser. El amoricidio es un amor suicidado desde antes de tirarse por la ventana. Un amor abortado desde antes de un espermatozoide en un óvulo. Un amor asesinado desde antes de la bala en el pecho. Es un amor muerto antes de nacer. El amoricidio es esa certeza de saber que para ese lado no pero aún así vas. Es esperar algo que nunca va a suceder pero que te genera esas ansias des-esperadas de esperar igual. Es el profundo e incontenible deseo de tomar un helado en pleno Alaska: es una contradicción en sí misma (además de una estupidez). El amoricidio puede ser generado por una persona pero también por una bandera, un grupo de música, una mascota, una planta. Cuanto menos tangible, más desesperado, más muerto, más imposible. Sin embargo, hay tantas personas que generan amoricidio que daría miedo sacar una estadística. El amoricidio no es posesión ni es obsesión. No se trata de poseer o no poseer sino, peor aún, se trata de que la posibilidad de soltar o de sentirse suelto, haga volver a la persona a su estado anterior, a ese lugar en donde el otro no existía. El amoricidio es, justamente, esa libertad. No es estar mejor o peor sin otro sino, lisa y llanamete, de estar, de ser. O mejor (o peor?): es la confirmación de que el otro puede ser, que puede estar. El amoricidio no es ni bueno ni malo: es. Y como es, desgarra. Por dentro, despacio, consumiéndote. No es no ir viento en popa, es no tener viento. El amoricido no tiene culpas ni responsabilidades, no es negro ni blanco. El amoricidio es en sí mismo y es tanto, es tan real, tan irrebatible su existencia como el mate con tortafritas cuando llueve. El amoricidio es estar entregado lastimosamente, casi pidiendo permiso. Es medir cada gesto, cada palabra. Pero ojo. No es catarsis de victimilogía. No es un latigazo constante. Y hasta puede no ser tan grave. En ocasiones, la persona que siente amoricidio puede hasta sentirse orgullosa de ser tan pelotuda. Porque, aclaremos, lo que indudablemente produce el amoricidio es una estupidez meridiana que linda con lo patético. El amoricidio es esa sensación desesperadamente resignada de no tener retorno. Es desear ser un átomo de ese cuerpo para que nunca pueda soltarte, es ser el lomo de un libro en la biblioteca para que te mire de vez en cuando y te acaricie, es ser su propia sombra para que ya no pueda despegarte nunca más. El amoricidio es hacer señas para frenar el subte, buscar el control remoto en la heladera o tomar sopa con un tenedor. El amoricidio es eso que sentimos cada vez que, entre semáforos y viejas con changuitos, nos damos cuenta que no tenemos puestos los zapatos.

miércoles, 10 de marzo de 2010

La Buenudez

El límite entre ser Buena y ser Boluda es ser Buenuda. La Buenudez se entiende como el traspaso (aunque sin dejar de ser una ni otra completamente) de una persona con cualidades buenas en el sentido amplio de la palabra Bondad (que no es lo mismo que buenas cualidades, punto en el que nos detendremos en seguida) hacia una persona con cualidades cuasi estúpidas asociándola con lo que entendemos hoy en día por la persona Boluda.

Para entender esta teoría sociológica detengámonos en las definiciones de las premisas principales: la persona con cualidades buenas es aquella que representa a la Bondad en todas sus expresiones, es decir, comprensión, respeto, escucha, compañerismo, lealtad, compromiso, crítica constructiva, atención, plena disposición, buen humor, buen trato, entendimiento, generosidad, desinterés, entre otras muchas que no enumeramos para no perder el hilo conductor.

Esto hace notar la diferencia con la persona con buenas cualidades, distinción dada no sólo por una cuestión morfológica sino también semántica ya que ésta hace referencia más bien a la que tiene buen culo, buenas tetas, mitad atorranta mitad histérica, a la que llaman y la que se hace llamar como “la gauchita”, una combinación interesante entre linda y perra. Quizás el mayor inconveniente (o no) surge de la unión entre ambas: además de ser buena, estás buena. Antes de adentrarnos en la matemática conjunción de datos, definiremos la segunda premisa.

La persona con cualidades cuasi estúpidas asociada corrientemente a la que denominamos Boluda es aquella que, en un sentido físico, se tropieza con los propios muebles de su casa, con cualquier baldosa floja varias veces por cuadra, quien no tiene conciencia plena de su cuerpo de manera que todo es un estorbo, quien para la mirada de los otros genera el típico “pero qué Boluda!” En un sentido más discursivo es aquella que todo lo que dice es incorrecto errado o mal tomado por las personas que la rodean pero no intencionalmente sino casi sin querer (porque, recordemos, no es una persona mala sino Boluda) generando múltiples discusiones con tan sólo un comentario. En estas situaciones suele suceder que, ante la problemática desatada, la persona Boluda tiende a querer remediar la situación con otro pensamiento un poco más atinado que el anterior pero su intrínseca cualidad sólo produce más conflicto. En un sentido estético puede llegar a lucir verdaderamente como una Boluda aunque consideramos que este aspecto es plenamente subjetivo ya que entramos en el terreno de qué es lo que el otro considera una persona estéticamente Boluda. Sin embargo, realizando una breve analogía entre las buenas cualidades y las cualidades buenas podemos asegurar que, si la Boluda es linda, todo su papel pierde real peso y termina justificándose por sí misma: “…tenés razón, es una boluda…pero mira el culo que tiene!” Por lo tanto el hecho de la estética favorable de una persona Buena y una Boluda es un componente muy relevante a la hora de realizar los juicios valorativos. Lo cierto es que la belleza o no de una persona es mucho más subjetiva que la Bondad o la Boludez ya que podemos considerar que una persona es linda o fea de acuerdo a los cánones particulares de cada uno pero es imposible dejar de ponerse de acuerdo cuando la Boludez y la Bondad se evidencian tan fácilmente. Así, siguiendo con este razonamiento, si una persona es realmente fea la Bondad adquiere más relevancia, siendo común el comentario “…pero es buena!” En cambio si una persona, además de fea es Boluda, suele escucharse: “…y encima es Boluda!”

Sea como fuera nos atenderemos a nuestra hipótesis general: el límite entre una y otra es ser Buenuda. La Buenudez es la combinación exacta de los aspectos más patéticos de los dos conceptos, es decir, ser una persona tan pero tan Buena que de pronto, sin saber cómo, se convirtió en Boluda. Pero lo más llamativo es que no es una conversión en tanto reemplazo de una por otra (de Buena neta a Boluda neta) sino que comparte de ambas diversas características. Por esto es que creemos que ser Buenuda es mucho más grave que ser siempre la Buena y que ser siempre la Boluda ya que por lo menos ambas son algo claro, sencillo e identificable: o Buena con ganas o Boluda con ganas. Ser Buenuda, en cambio, es la expresión de haber excedido los límites: implica en algún momento reconocerse como tal y no comprender el paso de uno al otro, es que otros te reconozcan y se apoyen en eso porque ya está…una Buenuda, una vez identificada por otros y por sí misma, ya no tendrá retorno, será siempre alguien usable para cuando se necesite, alguien en quien confiar, alguien que siempre estará dispuesta a ayudar…pero en exceso. A partir de allí, todos comienzan a disfrutar de tener una Buenuda al lado para poder utilizarla cuando lo deseen porque, al fin de cuentas, es ampliamente manipulable: por su doble característica puede usarse en cualquier situación y en cualquier momento ya que nunca la Buenuda, justamente por compartir lo peor de los dos conceptos, podrá decir que no (porque es Buena) y nunca será mal vista (porque es Boluda).

Una de las peores consecuencias producidas en la persona víctima de este cambio abrupto es que, al saber que se ha convertido en Buenuda de una vez y para siempre, no puede cambiar su estado debido a que, en algún sentido, su bondad está tan intacta que le daría culpa (y hasta le parecería incorrecto!) empezar a ser mala. Y, por más que lo desee y lo intente, sabe que los otros le van a decir: “…pero dale! si vos sos buena!”

Y la Buenuda sabe que nadie nace Buenudo y que la única manera de dejar de serlo es yéndose a vivir a otro país, mudarse de barrio, cambiarse de trabajo, adoptar otra familia, buscar otros amigos y un sinfín de soluciones que, generalmente, son casi imposibles de realizar.

Le quedará a la Buenuda aceptar su papel y codearse con otros Buenudos que haya en el mundo (que son muchos!) para sentirse, entre la indignación, el llanto y el odio por haberse convertido sin querer en algo que no quisieron ni eligieron, por lo menos por un rato, un poco menos Buenudos.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Farmacity

No sé si me alegra o no que, cada vez que hago alguna cosa de vida aburrida, me pasa algo importante/trascendental o simplemente algo que motiva la escritura. Quizás este pequeño relato sea más de denuncia e indignación que de intento de literaturidad. La cuestión es que, en un lunes casi convertido en domingo donde mi única salida a la calle fue a la farmacia a comprar anticonceptivos, me encuentro haciendo una cola por demás extensa con gente laborable y, entre ellas, a dos muchachitas que piden con un poco de vergüenza “Segurite”. Las Segurite son pastillas “abortivas”. Una salvedad importante: sé la pesadez (en sentido de “aburrimiento”, no de dramático) del párrafo siguiente pero suponiendo que esto lo leerán con amor y paciencia sólo familiares y amigos, vale la aclaración casi médica; así que, si no sos uno de ellos, seguramente me dejes a la mitad de mi relato pero, como dije, poco me importa porque esto es denuncia y descargo y no espero que sea parte de los mejores relatos latinoamericanos de la década. Ahora sí: el uso de comillas en “abortivas” se debe a que, si bien así se las suele denominar, no son realmente abortivas en tanto no actúan sobre el feto una vez creciendo dentro del óvulo sino que actúa sobre los espermatozoides que se dirigen al óvulo para fecundarlo evitando la formación de un bebé por lo tanto, la toma de la pastilla, debe suceder antes de las doce horas de producido la irresponsabilidad de un no cuidado en la relación sexual o ante una mala suerte de rotura de preservativo con lo que, la persona que la toma debe estar dentro de ese período y, a veces, correr contra reloj con la posible consecuencia de haberse olvidado, haber pasado el tiempo, que el cuerpo no lo asimile y así hasta el infinito con lo cual el embarazo se produce igual y ahí sí, entramos en otra discusión.
Ahora bien, estas muchachas se encuentran ante esta situación: el empleado de farmacity, luego de mirarlas largamente, les pide el documento. Lo que dirigió mi mirada ahí fue, además del aburrimiento por la larga espera, por un lado, que pidieran esas pastillas imaginándome las diversas situaciones por las que habían pasado unas horas antes (puteadas, pensamientos, miedos, llantos, etcéteras) y, por otro, la duda del amable muchacho que las atendía en el momento de venderles el medicamento. Luego de extendido el documento, el empleado revisa la computadora, se mira con sus otras compañeras de trabajo (pongámonos en situación: se miran mutuamente con cara de “qué hacemos” o con cara de “mirá lo que pidió” o lo que fuera que produce, en quien está del otro lado sudando como nunca, miles de pensamientos y sentimientos, sumados al suyo propio, antes de poner un pié dentro de ese lugar), se acerca a una de ellas, le habla al oído (nuevamente la situación de “qué hice!”) y le dice a la chica “no te puedo vender el medicamento, tenés que tener más de de 21 años o tenés que venir acompañada de un mayor”. Mi reacción quinceañera hubiera sido discutir con el señor hasta las tres de la mañana, que me saquen a patadas de la ciudad-farmacia y, si bien me hubiera sentido una justiciera, no les hubieran vendido nada a las chicas. Mi reacción casi treintañera me agarra distinto. Cuando las chicas desisten de comprar las pastillas, imagino lo que les viene: todas las farmacias cerradas, las horas siguen corriendo, las farmacias que quedan abiertas también las rechazan, las horas siguen corriendo más y más, supongo no se animaría decirle a su padre “papá me acompañás a la farmacia a comprar una pastilla que me haga abortar?” así que, mientras se van yendo, las alcanzo y me ofrezco a ser la mayor que les compre las pastillas. No saben cómo agradecerme. Ya lo sé. De verdad ya lo sé. No sé si me siento la mujer maravilla o qué pero lo hago con una indignación y una felicidad extraordinaria. El primer pensamiento es, primero, que la mayoría de edad se decretó hace unos días a los 18 años y no a los 21 (estas chicas tenían -y tienen- 18 años) por lo tanto, nuestra farmacia amiga está o desactualizada o se hace la pelotuda; segundo que yo, por irresponsabilidad o mala suerte, más de una vez y aún menor a mis 18 años, tuve que comprar esas salvadoras pastillitas y nunca me han dicho cosa semejante y si lo hubieran dicho seguramente hubiera pasado por algunos abortos o tenido algunos hijos o prendido fuego al farmacéutico; y tercero, que me parece lo más grave y contradictorio, es que están fomentando el aborto. Aborto que, como todos sabemos, es ilegal pero que igualmente se practica de forma clandestina en muchos lugares y…la eterna discusión, muerte de madres, posibles infertilidades y miles de etcéteras.
Me pregunto si, una vez sucedido el bebé en la panza, le podrás pedir a farmacity el número de teléfono de algún médico gauchito que te haga un aborto por dos pesos alegando como parte responsable a la farmacia, superior o a quién sea que haya tomado esa medida.
Cuando me acerqué a decirle a otra empleada que iba a ser yo la que les saliera de responsable alegando que me parecía básicamente una locura lo que estaban haciendo (con una paciencia y una racionalidad que no me caracteriza pero con una pequeña sonrisa irónica que sí) me contestó “cada lugar tiene su superior que dice qué podemos hacer y qué no”. No pensaba discutir sobre la estupidez mediocridad de los empleados sobre las obediencias debidas ni nada por el estilo, que hubiera sido bastante divertido por cierto, pero posiblemente no nos hubieran vendido nada. Después de mi “es ridículo” la empleadita sólo me miraba a mi para preguntarme si prefería la de una dosis o la de dos dosis (con lo cual me volvía hacia las muchachas y les comentaba los “beneficios” de una y otra), si iba a pagar al contado o con tarjeta (mismo movimiento). Cuando finalmente cierra la compra, me alcanza la bolsita con las pastillas (nuevamente como si las chicas no existieran) y me dice, mirándome a los ojos con una sonrisa de empleada de mes de Mc Donald`s, “muchas gracias”.
Todavía me faltaban diez números para pedir mis pastillas abortivas-anticonceptivas y, en vez de comprarlas en ese momento -como podría haber hecho-, esperé mi turno. La empleada me miraba, a medida que yo seguía ahí, con un poco de odio. 46. Si, soy yo. Qué tal. Por favor una caja de (alzando la voz) ANTICONCEPTIVOS. Gracias.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Carta al hermano

Pensando en la carta que le escribió Kafka al padre, llena de recriminaciones tan bien escritos que lo hacen más doloroso, intentaba hacer algo similar imitando su título pero ésta, a diferencia de aquélla, aparte del abismo literario, intenta ser un humilde regalo de cumpleaños, por lo que dista de ser un escrito recriminatorio. Espero también no llenarlo de momentos emotivos que lindan con el golpe bajo para que llore la doña el domingo a la tarde ni de anécdotas heroicas que nos dejen como ejemplaridad para un mundo mejor. Es sólo un ansia tremenda de escribir (te). Ansia tremenda porque hace mucho que no lo hago (tengo muchas ideas sobre las cuales empezar…pero no me decido por ninguna) y escribir (te) porque creo estar en el momento indicado para hacerlo.
Ambos dos estamos pisando la década número tres y a veces, te confieso hermano mío, creo me pesa bastante y a veces no tanto, ya sabés, depende de mi ciclotímico día.
Como me han dicho hace unos días nomás: “te está agarrando el viejazo”. Puede ser. Me pienso objetivamente y estoy en la flor de la edad; me pienso subjetivamente y me agarra la viejetud. Como sea…si veinte años no son nada, qué serán nuestros veintitantos y qué les espera a los treinta? Pero yo pienso al revés…mis veinte eran miles, los tantos ni te cuento y los treinta serán millones!!
Tomándolo con falsa naturalidad creo vivimos tantas cosas que, enumerarlas, sería reducirlas a palabras en una hoja, además de que seguramente no cabrían acá y, por otra parte, habrían de merecerse algo más que un simple raconto. Sin embargo tengo la sensación de haber estado, al igual que vos, en muchos lugares comunes (no por triviales, sino por el literal sentido de la palabra, “en común”) pero en distinto momento histórico: proyectamos frustraciones creyendo eran posibles y reales, embalamos lo de otros con esa decisión y tozudez que nos caracteriza, apalabramos con nuestra ironía punzante tan bien heredada de nuestro nido paterno y bailamos en cualquier lado esparciendo magia. Y quien lo niegue, sabremos que están equivocados. Pero también nos han golpeado y dejado más vulnerables ante cualquier ventisca, en ese instante en que estábamos bien parados, creyendo estaba todo resuelto. Te vi lagrimear mientras yo moría de impotencia porque a vos, hermanito mío, nadie te puede lastimar. Y quien te lastime, se encontrará con la leona hermana. Y ahí sí, contra los molinos de viento, que me esperen.
Y nos han criticado nuestra relación simbiótica acercándolo casi a lo patológico pero quién nos puede juzgar? Quién puede saber nuestro crecimiento tan a la par cumpliendo funciones que no nos correspondían cuando pequeños, haciendo de padre, madre y hermano como si fuera natural, casi incendiando nuestra casa con gato adentro por no saber prender un horno? Y, a pesar de esto, no podemos decir haberlo pasado realmente mal...hemos tenido nuestras canciones de nenes tristes que se los lleva la lluvia, a Tchaikovsky en nuestra casa, a los abrojos en mis medias, a los paisajes del sur, a las aventuras de Ásterix y a los menhires de Óbelix, al teatro, al cine San Roberto, los cuentos de Quiroga gracias al cual me apodaste, a la música…y tantas otras cosas que no quiero nombrar intentando respetar mi decisión del principio de que ésta no sea una historia para viejas con delantal y ruleros.
Quizás por todo este tiempo y, sumado hace algunos años otro hermano tan parecido y distinto a nosotros, por el cual daría la vida y la muerte al igual que por vos, es que te escribo. O quizás porque ando sensibilizada por un indio que me tiene engüalichada casi sin quererlo. O quizás porque es verdad, me está agarrando el viejazo. O porque quizás hace rato quiero gritarte lo importante que sos para mí. Desde la cuna hasta hoy, vos sos de esas personas que me llena el pecho tener cerca, de saber que, pase lo que pase en este mundo (y eso implica todo: pase lo que pase) vos vas a estar acá y yo ahí. Porque gracias a vos, yo soy esto, bueno o malo, pero esto. Y todos los días, minuto a minuto, me construís y me hacés mejor persona. Porque ahora, que no quería escribir un culebrón venezolano, me sale de adentro y te pido perdón con lo tanto que nos incomodan las cursilerías…pero hermano mío, vos sos eso que me hace pensar, todos los días hasta que me muera, qué bueno es haber nacido en tu casa y en mi casa, con tus padres y los míos y decir: qué bueno que son los mismos! Porque cuando nos quedemos solos y todo se apague, estaremos juntos compartiendo cualquier cosa en cualquier lugar. Felíz cumpleaños. Te quiero con el alma.
Lupe.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Aguafuerte autoayuda

He intentado tocar las notas más solemnes en el saxofón. Escribir los versos más bellos, no los tristes, que son de Neruda. Hacer el chiste más irónico, divertido y pensante. Ser la mujer maravilla entre supermanes. Ser bailarina. Hablar de lo más culto hasta lo más vulgar. Aprobar un examen sin haber leído. Hacer muñequitos con bolitas de pan. Mantener la ceniza de un cigarrillo. Usar minifalda. Hablar con mi padre sin discutir. Esperar a los reyes magos despierta. Apagar la televisión sin sentir soledad. Aprender las calles de memoria. Parpadear bajo el agua. Leer cuatro novelas en una semana. Entender a Marx. Tocar la nariz con la punta de la lengua. Hacer feliz a un hombre. Ser optimista. Caminar mirando al cielo. Hablar lo justo y necesario. Soñar en blanco y negro. Escuchar música sin cantar encima. Hacer yoga. Decirle feo a un feo. Tutear a un viejo.
Seguro que no he logrado la mayoría de las cosas, entre las muchas otras que deseo. Como tirarme de un paracaídas o ver a una ballena franca desde el fondo del mar, por nombrar las que seguramente no haré.
Las que quisiera volver a vivir, como oler el café con leche de mi abuelo.
Pero cada día y cada noche, con sus horas y minutos, pienso en las elecciones. Qué fue correcto y qué no. Y todavía no lo sé. Y hasta quizás nunca lo sepa.
Lo importante es otra cosa. Es saber qué es lo propio. Que esa elección es lo único propio que uno posee. Cuando te vas a dormir, buscás la frazada y apagás la luz. Ese instante. Eso y no otro. Esa sonrisa en la oscuridad. De haber hecho lo que uno ha intentado, querido y, a veces, logrado. Todo lo demás es polvo.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Sobre Forros no hay nada escrito...

No creo que el forro sea genéticamente argentino. Pero si hay algo de lo que estoy segura es que, en la repartija de forredades en el mundo, el argentino se llevó un porcentaje elevado. Eso sí, los hay de distintas clases y en diferentes medidas. A continuación los que, considero, son los tres grupos más importantes, aunque, claro está, dentro de éstos pueden aparecer matices. En un primer grupo, no sólo por cantidad de personas involucradas en él sino también por el nivel de gravedad que puede llegar a causar, tenemos al Forro-Mala leche: es aquel que nació y morirá forro que, desde las entrañas mismas, siente un placer especial por forrear al otro. En un segundo grupo, en detrimento del primero por lo recién nombrado, tenemos al Forro-Garca (también denominado por algunos “Forrito” o “Garqueta”): es aquel que aparenta ser buena gente, generalmente carismático y que, con diferentes artilugios, vende su propia inocencia pero termina cagando a medio planeta. Y, por último, también en menor medida en tanto cantidad y calidad, tenemos al Forro-Estúpido que, por más que se esmere en no hacer forradas, le brotan a cada paso sin poderlas controlar. En líneas generales todos producen el mismo efecto: un diluvio de insultos y grandes necesidades de quemarles la casa con la abuela adentro. Sin embargo hay veces que, depende quién reciba la forrada, pueden generar distintas reacciones: el Forro Mala leche es el que más puede llevarnos a cometer un homicidio culposo con cadena perpetua incluída mientras que el Forro Garca, Forrito o Garqueta puede producirnos irlo a buscar y cagarlo a trompadas más por la sensación de pelotudo que siente uno al darse cuenta en cómo lo hizo que por el hecho mismo, con la explicación causal de “por forro”. Y el Forro Estúpido es el que nos puede provocar, casi a modo de reprimenda cual madre a hijo, darle un golpe fuerte en la nuca. Incluso puede llegar a molestarnos más que los otros por este aire inocentón en tanto es capaz de hacer un daño atroz sin siquiera darse cuenta; lo que nos lleva a una ira casi incontrolable rematando con un “por pelotudo”. Si bien cada Forro se corresponde aquí con reacciones que van de mayor a menor, éstas pueden sufrir modificaciones según el caso, la persona, la situación, etcétera.
Pero hay un cuarto género de Forros que no entran en ninguna de éstas categorías o, peor, las engloban a todas. Es aquel que uno denomina “Forro De Mierda”. Éste es un ser altamente despreciable, aún más que el Mala Leche ya que, más allá de lo que puede causar y cómo lo cause, es sobre el que uno siente un profundo desprecio denominándolo de esta manera cuando ya no hay adjetivos calificativos que lo representen. El bautismo se produce en el momento de más indignación de un ser humano, generalmente acompañado por unas lágrimas de odio, y con una desgraciada pero necesidad imperiosa de fusilamiento. Así. A secas. Claro está que aquellos que pueden controlar esta necesidad sólo se quedan en el insulto y la garganta acongojada mientras que los otros terminan saliendo en Crónica TV.
Lo cierto es que Forros (con mayúscula) hay por doquier: en el trabajo, en el colectivo, en la escuela, en el banco, en las plazas y hasta en los más importantes círculos de amistad. Es difícil no haber tenido el disgusto de cruzarse alguna vez con alguno de éstos. Repito: son muchos. Pero muchos. Solamente hay que tener cuidado de no ser tan boludo y caer en cana por uno de estos forros. Porque si eso sucediera, seríamos muchos los que estaríamos adentro y todos los de ellos, afuera. Y ahí sí: el Forro Mala Leche estaría regocijándose por ahí festejando su victoria con todo el placer de sus entrañas, el Forro Garca estaría poniéndose su mejor traje listo para salir a las pistas a cometer otra forrada y el Forro Estúpido, justamente por estúpido y por no saber qué hacer, estaría lustrándole los zapatos. Mientras nosotros, con las manos entre las rejas, estaríamos diciendo “Qué Forros De Mierda.”

miércoles, 1 de julio de 2009

¿Zócalo o Escalón?

La Directora de los Zócalos tiene, contra todo pronóstico, estatura media alta y la columna plenamente derecha. Uno supondría que, debido a la especificidad del trabajo, debiera ser, por lo menos, enana; y sino, con una columna vertebral parecida al Jorobado de Notredame. Pero no. La Directora de los Zócalos es una persona como cualquier otra. Así, casi como uno. Tiene una sola particularidad: una virtud en descubrir cualquier tipo de pelusa alojada sobre el milímetro paralelo que poseen los zócalos al terminar (o al empezar, depende de qué lado se mire).
La Licenciatura en Zocología es una carrera realmente ardua. Materias que van desde “cómo medir un zócalo con sólo mirarlo” hasta “análisis psicofísico entre un conviviente y un zócalo no tradicional” son algunos de los temas más influyentes en la Corriente Zocalista Argentina. Algunas vertientes plantean la necesidad de la construcción de zócalos que no obstaculicen el camino intrahogareño ya que está demostrado que la mayoría de las personas que conviven en departamentos, sufren accidentes zocalísticos al levantarse a la mañana y no poder evadir el centímetro excedente de la pared. Otros, en cambio, más esteticistas, cuestionan la sola presencia del zócalo como innecesaria y como causa de mayores costos en la construcción. La vertiente más progresista afirma que el zócalo es un instrumento de diferenciación social que divide aquella población entre los que tienen y los que no.
La especialización, que supone la adhesión a alguna de estas líneas de pensamiento, está fuertemente cuestionada por los alumnos de la Sede Central (ubicada en la calle Piedras al 500) permitiendo la formación de grupos con tendencia política variada; así encontramos agrupaciones como “Proyecto Zócalo”, “Partido Zocalístico Obrero” o “Frente Para el Zócalo” que, si bien tienen ideologías diferentes, poseen un lineamiento común: el zócalo como un servicio más. Esto quiere decir que la construcción de zócalos debe realizarse en un marco de construcción de vivienda digna; así, la permanencia de un zócalo en una casa, departamento, ph, hotel o pensión debe ser tan importante como poseer cloaca, gas natural y luz. Esta postura apunta a defender la funcionalidad del zócalo contra las distintas posturas de la Corriente Zocalista Argentina cuyo trasfondo, según denuncian los propios alumnos de la facultad, es reemplazar el zócalo por un escalón ya que, argumentan, este último posee mayor utilidad en la cotidianidad debido a la posibilidad que tiene una persona para usarlo para comer, sentarse, descansar, apoyar diversos artefactos hogareños, entre otros. Sin embargo los activistas de las agrupaciones defienden el lado psicológico del zócalo ya que permite una distinción entre el piso y la pared de manera que, de reemplazarlo o quitarlo de los diseños de construcción, se estaría amenazando la psiquis de convivientes que no podrían distinguir entre uno u otro pudiendo generar, por ejemplo, pánico en amas de casa al no saber hasta qué límite realizar la limpieza o perjudicar la actividad de pintores que pudieran perder trabajos por continuar indefinidamente el mismo color de una pared hacia un piso de parquet, entre otras cosas más perjudiciales para la sociedad.
Por esta razón, la elección de la Directora de los Zócalos por unanimidad por parte de las agrupaciones, estuvo dirigida hacia una persona que cumpliera con ciertas características físicas de “normalidad” y que no estuviera influenciada por ninguna de las corrientes ni posiciones antedichas para poder defender la existencia del zócalo como un instrumento sano y natural para una convivencia armoniosa: esto explica que la particularidad de la Directora no sea un aspecto menor ya que la observación de la acumulación de pelusa es un aspecto que atenta contra los Escalonistas al ser un lugar donde más se aloja aquélla en comparación con los zócalos.
El trabajo de la Directora será evaluado por la ONZ (Organización Nacional Del Zócalo) quienes determinarán si es necesaria la construcción obligatoria de zócalos en el Territorio Nacional; para ello realizarán entrevistas y estudios a todos los pobladores que posean y no posean el excedente en la pared para poder demostrar si realmente afecta la convivencia de las personas. En caso de ser perjudicial la ausencia de zócalo, se dispondrá de un Operativo de Emergencia Constructiva que permita la igualdad en tema de vivienda para todos los ciudadanos de la Argentina. Aún quienes no posean el resto de los servicios como agua, luz y gas, dispondrán de su zócalo correspondiente primando la construcción de éste por sobre la adjudicación del resto de los servicios alegando que, si bien una persona sin gas natural tiene la dificultad para cocinarse, bañarse o calefaccionar su casa, la ONZ considera que las consecuencias psíquicas en la población sin zócalo es más perjudicial que la desnutrición o el enfriamiento.
Después de esto, nadie puede decir que las mejoras en Políticas Habitacionales no están dentro de la Agenda de Gobierno.