lunes, 7 de septiembre de 2009

Sobre Forros no hay nada escrito...

No creo que el forro sea genéticamente argentino. Pero si hay algo de lo que estoy segura es que, en la repartija de forredades en el mundo, el argentino se llevó un porcentaje elevado. Eso sí, los hay de distintas clases y en diferentes medidas. A continuación los que, considero, son los tres grupos más importantes, aunque, claro está, dentro de éstos pueden aparecer matices. En un primer grupo, no sólo por cantidad de personas involucradas en él sino también por el nivel de gravedad que puede llegar a causar, tenemos al Forro-Mala leche: es aquel que nació y morirá forro que, desde las entrañas mismas, siente un placer especial por forrear al otro. En un segundo grupo, en detrimento del primero por lo recién nombrado, tenemos al Forro-Garca (también denominado por algunos “Forrito” o “Garqueta”): es aquel que aparenta ser buena gente, generalmente carismático y que, con diferentes artilugios, vende su propia inocencia pero termina cagando a medio planeta. Y, por último, también en menor medida en tanto cantidad y calidad, tenemos al Forro-Estúpido que, por más que se esmere en no hacer forradas, le brotan a cada paso sin poderlas controlar. En líneas generales todos producen el mismo efecto: un diluvio de insultos y grandes necesidades de quemarles la casa con la abuela adentro. Sin embargo hay veces que, depende quién reciba la forrada, pueden generar distintas reacciones: el Forro Mala leche es el que más puede llevarnos a cometer un homicidio culposo con cadena perpetua incluída mientras que el Forro Garca, Forrito o Garqueta puede producirnos irlo a buscar y cagarlo a trompadas más por la sensación de pelotudo que siente uno al darse cuenta en cómo lo hizo que por el hecho mismo, con la explicación causal de “por forro”. Y el Forro Estúpido es el que nos puede provocar, casi a modo de reprimenda cual madre a hijo, darle un golpe fuerte en la nuca. Incluso puede llegar a molestarnos más que los otros por este aire inocentón en tanto es capaz de hacer un daño atroz sin siquiera darse cuenta; lo que nos lleva a una ira casi incontrolable rematando con un “por pelotudo”. Si bien cada Forro se corresponde aquí con reacciones que van de mayor a menor, éstas pueden sufrir modificaciones según el caso, la persona, la situación, etcétera.
Pero hay un cuarto género de Forros que no entran en ninguna de éstas categorías o, peor, las engloban a todas. Es aquel que uno denomina “Forro De Mierda”. Éste es un ser altamente despreciable, aún más que el Mala Leche ya que, más allá de lo que puede causar y cómo lo cause, es sobre el que uno siente un profundo desprecio denominándolo de esta manera cuando ya no hay adjetivos calificativos que lo representen. El bautismo se produce en el momento de más indignación de un ser humano, generalmente acompañado por unas lágrimas de odio, y con una desgraciada pero necesidad imperiosa de fusilamiento. Así. A secas. Claro está que aquellos que pueden controlar esta necesidad sólo se quedan en el insulto y la garganta acongojada mientras que los otros terminan saliendo en Crónica TV.
Lo cierto es que Forros (con mayúscula) hay por doquier: en el trabajo, en el colectivo, en la escuela, en el banco, en las plazas y hasta en los más importantes círculos de amistad. Es difícil no haber tenido el disgusto de cruzarse alguna vez con alguno de éstos. Repito: son muchos. Pero muchos. Solamente hay que tener cuidado de no ser tan boludo y caer en cana por uno de estos forros. Porque si eso sucediera, seríamos muchos los que estaríamos adentro y todos los de ellos, afuera. Y ahí sí: el Forro Mala Leche estaría regocijándose por ahí festejando su victoria con todo el placer de sus entrañas, el Forro Garca estaría poniéndose su mejor traje listo para salir a las pistas a cometer otra forrada y el Forro Estúpido, justamente por estúpido y por no saber qué hacer, estaría lustrándole los zapatos. Mientras nosotros, con las manos entre las rejas, estaríamos diciendo “Qué Forros De Mierda.”

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