lunes, 7 de diciembre de 2009

Farmacity

No sé si me alegra o no que, cada vez que hago alguna cosa de vida aburrida, me pasa algo importante/trascendental o simplemente algo que motiva la escritura. Quizás este pequeño relato sea más de denuncia e indignación que de intento de literaturidad. La cuestión es que, en un lunes casi convertido en domingo donde mi única salida a la calle fue a la farmacia a comprar anticonceptivos, me encuentro haciendo una cola por demás extensa con gente laborable y, entre ellas, a dos muchachitas que piden con un poco de vergüenza “Segurite”. Las Segurite son pastillas “abortivas”. Una salvedad importante: sé la pesadez (en sentido de “aburrimiento”, no de dramático) del párrafo siguiente pero suponiendo que esto lo leerán con amor y paciencia sólo familiares y amigos, vale la aclaración casi médica; así que, si no sos uno de ellos, seguramente me dejes a la mitad de mi relato pero, como dije, poco me importa porque esto es denuncia y descargo y no espero que sea parte de los mejores relatos latinoamericanos de la década. Ahora sí: el uso de comillas en “abortivas” se debe a que, si bien así se las suele denominar, no son realmente abortivas en tanto no actúan sobre el feto una vez creciendo dentro del óvulo sino que actúa sobre los espermatozoides que se dirigen al óvulo para fecundarlo evitando la formación de un bebé por lo tanto, la toma de la pastilla, debe suceder antes de las doce horas de producido la irresponsabilidad de un no cuidado en la relación sexual o ante una mala suerte de rotura de preservativo con lo que, la persona que la toma debe estar dentro de ese período y, a veces, correr contra reloj con la posible consecuencia de haberse olvidado, haber pasado el tiempo, que el cuerpo no lo asimile y así hasta el infinito con lo cual el embarazo se produce igual y ahí sí, entramos en otra discusión.
Ahora bien, estas muchachas se encuentran ante esta situación: el empleado de farmacity, luego de mirarlas largamente, les pide el documento. Lo que dirigió mi mirada ahí fue, además del aburrimiento por la larga espera, por un lado, que pidieran esas pastillas imaginándome las diversas situaciones por las que habían pasado unas horas antes (puteadas, pensamientos, miedos, llantos, etcéteras) y, por otro, la duda del amable muchacho que las atendía en el momento de venderles el medicamento. Luego de extendido el documento, el empleado revisa la computadora, se mira con sus otras compañeras de trabajo (pongámonos en situación: se miran mutuamente con cara de “qué hacemos” o con cara de “mirá lo que pidió” o lo que fuera que produce, en quien está del otro lado sudando como nunca, miles de pensamientos y sentimientos, sumados al suyo propio, antes de poner un pié dentro de ese lugar), se acerca a una de ellas, le habla al oído (nuevamente la situación de “qué hice!”) y le dice a la chica “no te puedo vender el medicamento, tenés que tener más de de 21 años o tenés que venir acompañada de un mayor”. Mi reacción quinceañera hubiera sido discutir con el señor hasta las tres de la mañana, que me saquen a patadas de la ciudad-farmacia y, si bien me hubiera sentido una justiciera, no les hubieran vendido nada a las chicas. Mi reacción casi treintañera me agarra distinto. Cuando las chicas desisten de comprar las pastillas, imagino lo que les viene: todas las farmacias cerradas, las horas siguen corriendo, las farmacias que quedan abiertas también las rechazan, las horas siguen corriendo más y más, supongo no se animaría decirle a su padre “papá me acompañás a la farmacia a comprar una pastilla que me haga abortar?” así que, mientras se van yendo, las alcanzo y me ofrezco a ser la mayor que les compre las pastillas. No saben cómo agradecerme. Ya lo sé. De verdad ya lo sé. No sé si me siento la mujer maravilla o qué pero lo hago con una indignación y una felicidad extraordinaria. El primer pensamiento es, primero, que la mayoría de edad se decretó hace unos días a los 18 años y no a los 21 (estas chicas tenían -y tienen- 18 años) por lo tanto, nuestra farmacia amiga está o desactualizada o se hace la pelotuda; segundo que yo, por irresponsabilidad o mala suerte, más de una vez y aún menor a mis 18 años, tuve que comprar esas salvadoras pastillitas y nunca me han dicho cosa semejante y si lo hubieran dicho seguramente hubiera pasado por algunos abortos o tenido algunos hijos o prendido fuego al farmacéutico; y tercero, que me parece lo más grave y contradictorio, es que están fomentando el aborto. Aborto que, como todos sabemos, es ilegal pero que igualmente se practica de forma clandestina en muchos lugares y…la eterna discusión, muerte de madres, posibles infertilidades y miles de etcéteras.
Me pregunto si, una vez sucedido el bebé en la panza, le podrás pedir a farmacity el número de teléfono de algún médico gauchito que te haga un aborto por dos pesos alegando como parte responsable a la farmacia, superior o a quién sea que haya tomado esa medida.
Cuando me acerqué a decirle a otra empleada que iba a ser yo la que les saliera de responsable alegando que me parecía básicamente una locura lo que estaban haciendo (con una paciencia y una racionalidad que no me caracteriza pero con una pequeña sonrisa irónica que sí) me contestó “cada lugar tiene su superior que dice qué podemos hacer y qué no”. No pensaba discutir sobre la estupidez mediocridad de los empleados sobre las obediencias debidas ni nada por el estilo, que hubiera sido bastante divertido por cierto, pero posiblemente no nos hubieran vendido nada. Después de mi “es ridículo” la empleadita sólo me miraba a mi para preguntarme si prefería la de una dosis o la de dos dosis (con lo cual me volvía hacia las muchachas y les comentaba los “beneficios” de una y otra), si iba a pagar al contado o con tarjeta (mismo movimiento). Cuando finalmente cierra la compra, me alcanza la bolsita con las pastillas (nuevamente como si las chicas no existieran) y me dice, mirándome a los ojos con una sonrisa de empleada de mes de Mc Donald`s, “muchas gracias”.
Todavía me faltaban diez números para pedir mis pastillas abortivas-anticonceptivas y, en vez de comprarlas en ese momento -como podría haber hecho-, esperé mi turno. La empleada me miraba, a medida que yo seguía ahí, con un poco de odio. 46. Si, soy yo. Qué tal. Por favor una caja de (alzando la voz) ANTICONCEPTIVOS. Gracias.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Carta al hermano

Pensando en la carta que le escribió Kafka al padre, llena de recriminaciones tan bien escritos que lo hacen más doloroso, intentaba hacer algo similar imitando su título pero ésta, a diferencia de aquélla, aparte del abismo literario, intenta ser un humilde regalo de cumpleaños, por lo que dista de ser un escrito recriminatorio. Espero también no llenarlo de momentos emotivos que lindan con el golpe bajo para que llore la doña el domingo a la tarde ni de anécdotas heroicas que nos dejen como ejemplaridad para un mundo mejor. Es sólo un ansia tremenda de escribir (te). Ansia tremenda porque hace mucho que no lo hago (tengo muchas ideas sobre las cuales empezar…pero no me decido por ninguna) y escribir (te) porque creo estar en el momento indicado para hacerlo.
Ambos dos estamos pisando la década número tres y a veces, te confieso hermano mío, creo me pesa bastante y a veces no tanto, ya sabés, depende de mi ciclotímico día.
Como me han dicho hace unos días nomás: “te está agarrando el viejazo”. Puede ser. Me pienso objetivamente y estoy en la flor de la edad; me pienso subjetivamente y me agarra la viejetud. Como sea…si veinte años no son nada, qué serán nuestros veintitantos y qué les espera a los treinta? Pero yo pienso al revés…mis veinte eran miles, los tantos ni te cuento y los treinta serán millones!!
Tomándolo con falsa naturalidad creo vivimos tantas cosas que, enumerarlas, sería reducirlas a palabras en una hoja, además de que seguramente no cabrían acá y, por otra parte, habrían de merecerse algo más que un simple raconto. Sin embargo tengo la sensación de haber estado, al igual que vos, en muchos lugares comunes (no por triviales, sino por el literal sentido de la palabra, “en común”) pero en distinto momento histórico: proyectamos frustraciones creyendo eran posibles y reales, embalamos lo de otros con esa decisión y tozudez que nos caracteriza, apalabramos con nuestra ironía punzante tan bien heredada de nuestro nido paterno y bailamos en cualquier lado esparciendo magia. Y quien lo niegue, sabremos que están equivocados. Pero también nos han golpeado y dejado más vulnerables ante cualquier ventisca, en ese instante en que estábamos bien parados, creyendo estaba todo resuelto. Te vi lagrimear mientras yo moría de impotencia porque a vos, hermanito mío, nadie te puede lastimar. Y quien te lastime, se encontrará con la leona hermana. Y ahí sí, contra los molinos de viento, que me esperen.
Y nos han criticado nuestra relación simbiótica acercándolo casi a lo patológico pero quién nos puede juzgar? Quién puede saber nuestro crecimiento tan a la par cumpliendo funciones que no nos correspondían cuando pequeños, haciendo de padre, madre y hermano como si fuera natural, casi incendiando nuestra casa con gato adentro por no saber prender un horno? Y, a pesar de esto, no podemos decir haberlo pasado realmente mal...hemos tenido nuestras canciones de nenes tristes que se los lleva la lluvia, a Tchaikovsky en nuestra casa, a los abrojos en mis medias, a los paisajes del sur, a las aventuras de Ásterix y a los menhires de Óbelix, al teatro, al cine San Roberto, los cuentos de Quiroga gracias al cual me apodaste, a la música…y tantas otras cosas que no quiero nombrar intentando respetar mi decisión del principio de que ésta no sea una historia para viejas con delantal y ruleros.
Quizás por todo este tiempo y, sumado hace algunos años otro hermano tan parecido y distinto a nosotros, por el cual daría la vida y la muerte al igual que por vos, es que te escribo. O quizás porque ando sensibilizada por un indio que me tiene engüalichada casi sin quererlo. O quizás porque es verdad, me está agarrando el viejazo. O porque quizás hace rato quiero gritarte lo importante que sos para mí. Desde la cuna hasta hoy, vos sos de esas personas que me llena el pecho tener cerca, de saber que, pase lo que pase en este mundo (y eso implica todo: pase lo que pase) vos vas a estar acá y yo ahí. Porque gracias a vos, yo soy esto, bueno o malo, pero esto. Y todos los días, minuto a minuto, me construís y me hacés mejor persona. Porque ahora, que no quería escribir un culebrón venezolano, me sale de adentro y te pido perdón con lo tanto que nos incomodan las cursilerías…pero hermano mío, vos sos eso que me hace pensar, todos los días hasta que me muera, qué bueno es haber nacido en tu casa y en mi casa, con tus padres y los míos y decir: qué bueno que son los mismos! Porque cuando nos quedemos solos y todo se apague, estaremos juntos compartiendo cualquier cosa en cualquier lugar. Felíz cumpleaños. Te quiero con el alma.
Lupe.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Aguafuerte autoayuda

He intentado tocar las notas más solemnes en el saxofón. Escribir los versos más bellos, no los tristes, que son de Neruda. Hacer el chiste más irónico, divertido y pensante. Ser la mujer maravilla entre supermanes. Ser bailarina. Hablar de lo más culto hasta lo más vulgar. Aprobar un examen sin haber leído. Hacer muñequitos con bolitas de pan. Mantener la ceniza de un cigarrillo. Usar minifalda. Hablar con mi padre sin discutir. Esperar a los reyes magos despierta. Apagar la televisión sin sentir soledad. Aprender las calles de memoria. Parpadear bajo el agua. Leer cuatro novelas en una semana. Entender a Marx. Tocar la nariz con la punta de la lengua. Hacer feliz a un hombre. Ser optimista. Caminar mirando al cielo. Hablar lo justo y necesario. Soñar en blanco y negro. Escuchar música sin cantar encima. Hacer yoga. Decirle feo a un feo. Tutear a un viejo.
Seguro que no he logrado la mayoría de las cosas, entre las muchas otras que deseo. Como tirarme de un paracaídas o ver a una ballena franca desde el fondo del mar, por nombrar las que seguramente no haré.
Las que quisiera volver a vivir, como oler el café con leche de mi abuelo.
Pero cada día y cada noche, con sus horas y minutos, pienso en las elecciones. Qué fue correcto y qué no. Y todavía no lo sé. Y hasta quizás nunca lo sepa.
Lo importante es otra cosa. Es saber qué es lo propio. Que esa elección es lo único propio que uno posee. Cuando te vas a dormir, buscás la frazada y apagás la luz. Ese instante. Eso y no otro. Esa sonrisa en la oscuridad. De haber hecho lo que uno ha intentado, querido y, a veces, logrado. Todo lo demás es polvo.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Sobre Forros no hay nada escrito...

No creo que el forro sea genéticamente argentino. Pero si hay algo de lo que estoy segura es que, en la repartija de forredades en el mundo, el argentino se llevó un porcentaje elevado. Eso sí, los hay de distintas clases y en diferentes medidas. A continuación los que, considero, son los tres grupos más importantes, aunque, claro está, dentro de éstos pueden aparecer matices. En un primer grupo, no sólo por cantidad de personas involucradas en él sino también por el nivel de gravedad que puede llegar a causar, tenemos al Forro-Mala leche: es aquel que nació y morirá forro que, desde las entrañas mismas, siente un placer especial por forrear al otro. En un segundo grupo, en detrimento del primero por lo recién nombrado, tenemos al Forro-Garca (también denominado por algunos “Forrito” o “Garqueta”): es aquel que aparenta ser buena gente, generalmente carismático y que, con diferentes artilugios, vende su propia inocencia pero termina cagando a medio planeta. Y, por último, también en menor medida en tanto cantidad y calidad, tenemos al Forro-Estúpido que, por más que se esmere en no hacer forradas, le brotan a cada paso sin poderlas controlar. En líneas generales todos producen el mismo efecto: un diluvio de insultos y grandes necesidades de quemarles la casa con la abuela adentro. Sin embargo hay veces que, depende quién reciba la forrada, pueden generar distintas reacciones: el Forro Mala leche es el que más puede llevarnos a cometer un homicidio culposo con cadena perpetua incluída mientras que el Forro Garca, Forrito o Garqueta puede producirnos irlo a buscar y cagarlo a trompadas más por la sensación de pelotudo que siente uno al darse cuenta en cómo lo hizo que por el hecho mismo, con la explicación causal de “por forro”. Y el Forro Estúpido es el que nos puede provocar, casi a modo de reprimenda cual madre a hijo, darle un golpe fuerte en la nuca. Incluso puede llegar a molestarnos más que los otros por este aire inocentón en tanto es capaz de hacer un daño atroz sin siquiera darse cuenta; lo que nos lleva a una ira casi incontrolable rematando con un “por pelotudo”. Si bien cada Forro se corresponde aquí con reacciones que van de mayor a menor, éstas pueden sufrir modificaciones según el caso, la persona, la situación, etcétera.
Pero hay un cuarto género de Forros que no entran en ninguna de éstas categorías o, peor, las engloban a todas. Es aquel que uno denomina “Forro De Mierda”. Éste es un ser altamente despreciable, aún más que el Mala Leche ya que, más allá de lo que puede causar y cómo lo cause, es sobre el que uno siente un profundo desprecio denominándolo de esta manera cuando ya no hay adjetivos calificativos que lo representen. El bautismo se produce en el momento de más indignación de un ser humano, generalmente acompañado por unas lágrimas de odio, y con una desgraciada pero necesidad imperiosa de fusilamiento. Así. A secas. Claro está que aquellos que pueden controlar esta necesidad sólo se quedan en el insulto y la garganta acongojada mientras que los otros terminan saliendo en Crónica TV.
Lo cierto es que Forros (con mayúscula) hay por doquier: en el trabajo, en el colectivo, en la escuela, en el banco, en las plazas y hasta en los más importantes círculos de amistad. Es difícil no haber tenido el disgusto de cruzarse alguna vez con alguno de éstos. Repito: son muchos. Pero muchos. Solamente hay que tener cuidado de no ser tan boludo y caer en cana por uno de estos forros. Porque si eso sucediera, seríamos muchos los que estaríamos adentro y todos los de ellos, afuera. Y ahí sí: el Forro Mala Leche estaría regocijándose por ahí festejando su victoria con todo el placer de sus entrañas, el Forro Garca estaría poniéndose su mejor traje listo para salir a las pistas a cometer otra forrada y el Forro Estúpido, justamente por estúpido y por no saber qué hacer, estaría lustrándole los zapatos. Mientras nosotros, con las manos entre las rejas, estaríamos diciendo “Qué Forros De Mierda.”

miércoles, 1 de julio de 2009

¿Zócalo o Escalón?

La Directora de los Zócalos tiene, contra todo pronóstico, estatura media alta y la columna plenamente derecha. Uno supondría que, debido a la especificidad del trabajo, debiera ser, por lo menos, enana; y sino, con una columna vertebral parecida al Jorobado de Notredame. Pero no. La Directora de los Zócalos es una persona como cualquier otra. Así, casi como uno. Tiene una sola particularidad: una virtud en descubrir cualquier tipo de pelusa alojada sobre el milímetro paralelo que poseen los zócalos al terminar (o al empezar, depende de qué lado se mire).
La Licenciatura en Zocología es una carrera realmente ardua. Materias que van desde “cómo medir un zócalo con sólo mirarlo” hasta “análisis psicofísico entre un conviviente y un zócalo no tradicional” son algunos de los temas más influyentes en la Corriente Zocalista Argentina. Algunas vertientes plantean la necesidad de la construcción de zócalos que no obstaculicen el camino intrahogareño ya que está demostrado que la mayoría de las personas que conviven en departamentos, sufren accidentes zocalísticos al levantarse a la mañana y no poder evadir el centímetro excedente de la pared. Otros, en cambio, más esteticistas, cuestionan la sola presencia del zócalo como innecesaria y como causa de mayores costos en la construcción. La vertiente más progresista afirma que el zócalo es un instrumento de diferenciación social que divide aquella población entre los que tienen y los que no.
La especialización, que supone la adhesión a alguna de estas líneas de pensamiento, está fuertemente cuestionada por los alumnos de la Sede Central (ubicada en la calle Piedras al 500) permitiendo la formación de grupos con tendencia política variada; así encontramos agrupaciones como “Proyecto Zócalo”, “Partido Zocalístico Obrero” o “Frente Para el Zócalo” que, si bien tienen ideologías diferentes, poseen un lineamiento común: el zócalo como un servicio más. Esto quiere decir que la construcción de zócalos debe realizarse en un marco de construcción de vivienda digna; así, la permanencia de un zócalo en una casa, departamento, ph, hotel o pensión debe ser tan importante como poseer cloaca, gas natural y luz. Esta postura apunta a defender la funcionalidad del zócalo contra las distintas posturas de la Corriente Zocalista Argentina cuyo trasfondo, según denuncian los propios alumnos de la facultad, es reemplazar el zócalo por un escalón ya que, argumentan, este último posee mayor utilidad en la cotidianidad debido a la posibilidad que tiene una persona para usarlo para comer, sentarse, descansar, apoyar diversos artefactos hogareños, entre otros. Sin embargo los activistas de las agrupaciones defienden el lado psicológico del zócalo ya que permite una distinción entre el piso y la pared de manera que, de reemplazarlo o quitarlo de los diseños de construcción, se estaría amenazando la psiquis de convivientes que no podrían distinguir entre uno u otro pudiendo generar, por ejemplo, pánico en amas de casa al no saber hasta qué límite realizar la limpieza o perjudicar la actividad de pintores que pudieran perder trabajos por continuar indefinidamente el mismo color de una pared hacia un piso de parquet, entre otras cosas más perjudiciales para la sociedad.
Por esta razón, la elección de la Directora de los Zócalos por unanimidad por parte de las agrupaciones, estuvo dirigida hacia una persona que cumpliera con ciertas características físicas de “normalidad” y que no estuviera influenciada por ninguna de las corrientes ni posiciones antedichas para poder defender la existencia del zócalo como un instrumento sano y natural para una convivencia armoniosa: esto explica que la particularidad de la Directora no sea un aspecto menor ya que la observación de la acumulación de pelusa es un aspecto que atenta contra los Escalonistas al ser un lugar donde más se aloja aquélla en comparación con los zócalos.
El trabajo de la Directora será evaluado por la ONZ (Organización Nacional Del Zócalo) quienes determinarán si es necesaria la construcción obligatoria de zócalos en el Territorio Nacional; para ello realizarán entrevistas y estudios a todos los pobladores que posean y no posean el excedente en la pared para poder demostrar si realmente afecta la convivencia de las personas. En caso de ser perjudicial la ausencia de zócalo, se dispondrá de un Operativo de Emergencia Constructiva que permita la igualdad en tema de vivienda para todos los ciudadanos de la Argentina. Aún quienes no posean el resto de los servicios como agua, luz y gas, dispondrán de su zócalo correspondiente primando la construcción de éste por sobre la adjudicación del resto de los servicios alegando que, si bien una persona sin gas natural tiene la dificultad para cocinarse, bañarse o calefaccionar su casa, la ONZ considera que las consecuencias psíquicas en la población sin zócalo es más perjudicial que la desnutrición o el enfriamiento.
Después de esto, nadie puede decir que las mejoras en Políticas Habitacionales no están dentro de la Agenda de Gobierno.

jueves, 25 de junio de 2009

Lero lero

El subeybaja me hace doler la cola. Pero no me importa. Desde acá te miro re bien. Y te hago payasadas mientras vos en el arenero comés porquerías. Cuando bajo te tiro arena en la cara para molestarte y cuando subo me río fuerte para que me mires. Pero vos en la tuya. Encontrás un juguetito y te lo ponés en la boca. Se te ve la patita del playmobil, tonto. Tu mamá viene corriendo, te saca el muñequito y te reta. Eso no, es sucio, asqueroso. Lero lero. Eso te pasa por no mirarme. No te importa y seguís haciendo castillitos y pozos con tus palas y rastrillos. Yo sigo subiendo y bajando. Dale. Mirame. No te das cuenta que estoy acá? Dejá de hacer lío y vení a jugar conmigo. Está re bueno éste. Mirá. Cuando bajás podés hacer así con las patas para arriba y te chocás la cola y vas muy fuerte para que el de arriba se choque también y después, cuando te toca a vos subir, el otro te hace saltar y ahí te reís y me río y nos reímos. Es más divertido esto que comer arena. De verdad. Mi mamá le está hablando a tu mamá. Mirá si nos hacemos amigos! Me gusta tu enterito. Y tus zapatillas son muy cancheras. A mi me visten con pollera pero a mi me gustan los pantalones porque además es mas fácil para el subeybaja. El tobogán también está bueno. Y me tiro y estás ahí cerca. Y si me tiro fuerte y me caigo al lado tuyo por ahí me mirás. Pero vos, entretenido con lo tuyo. No mamá, no me quiero ir. Un rato más. Porfa. Si. Y mientras puede hablar con tu mamá y que se hagan amigas. Y entonces ahí podemos tomar la leche todas las tardes y ver algunos dibus y llenar algunos álbumes y también jugar a las escondidas. Pero despacito porque sino mi mamá me reta. Y también a los autitos porque con mi hermano que es re bueno jugamos un montón a los autitos. A mi las barbys no me gustan porque son todas lindas y tienen muchos vestidos. Si, mejor jugamos a otra cosa. Y ahora elijo yo. Podemos jugar a que vos sos un médico como mi papá y que me curás, querés? Y yo después hago de seño y te enseño a sumar y a restar. Y entonces después hacemos que nos tiramos las tizas pero no me pegues fuerte porque me duele. No. Despacito, te dije. Si. Y ahora canto pri. Canto pri para esconderme y vos contás hasta cincuenta. Sabés contar hasta cincuenta? En el cole mi seño me enseñó. Pero no vale espiar ehh. No, no seas tramposo. Listo. Estoy re bien escondida. Espero. Ya terminaste, salís. Sos muy calladito. No te escucho. Ufa. No vale. Me viste. No, no, no, no. Pido! Pido! Hiciste trampa! Uy…otra vez mi mamá. Un rato más porfi. Porque todavía no me miraste y porque todavía subo, bajo, me tiro, vuelvo, río, grito, hago berrinche y vos como si nada…pero estoy acá! Tengo medias rosas y soy muy buena. Dale, mirame. Me tengo que ir. Voy. Tomá, te regalo esto, es mi autito favorito, cuidalo, no te lo pongas en la boca ni lo pierdas. Si, no me mires así. Sos muy callado vos. Te miré todo el día y vos ni bola. Enseñame a hacer castillitos. Porfa. Me tengo que ir pero ahora que hablamos no me quiero ir pero mi mamá me va a retar. Tengo que ir a tomar la leche. Me parece que se hicieron amigas. Si! Bien! Mirá…vos también te vas. Dale la mano a la nena, dale la mano que vamos a tomar la leche. Bien. Al fin. Vamos a jugar mucho, sabías? Me gusta tu jardinerito, ya te lo dije?

jueves, 11 de junio de 2009

Políticos no queremos

Cartográficamente hablando, es Recoleta. O Palermo. Nadie puede negarlo. Eso sí, habría que ver cómo llamarían a esta parte. Aunque ni “Soho” ni “Hollywwod”, seguramente. Bordeamos la plaza y veo, de un lado, al niño saludando desde el micro con destino Mendoza; del otro al niño que saluda desde el balcón enrejado de su departamento de cinco pisos. Decir balcón es inexacto, departamento es extravagante. Pero así están y así se ven. Adentrándose, el paisaje es impresionante. Precarias construcciones en altura, sostenidas una a la otra, puertas viejas de ascensor y cientos de escaleras caracol. Sobre la vía principal una importante cantidad de negocios, ferreterías, verdulerías, casas de venta y arreglo de celulares, despensas, bares. Todos con nombres como “esperanza”, “los amigos”, “el destino”, por nombrar algunos. De lejos, en un cielo plagado de cables, la contradicción de Direc-tv. Como es de esperarse, los ladrillos a la vista de las viviendas son decoradas por un sonriente Pino Solanas. El camino es de tierra y algunas piedras. Imagino una lluvia, un temporal. No es necesario tanto, un frío de invierno es suficiente.
Debemos reunirnos con referentes del lugar. Algunos nos miran extraños. No es para menos. Media hora. Una hora. Llegan. Presentaciones formales. Nos dirigimos hacia una casa. Es casi imposible dejar de mirar hacia arriba. Particularmente una puerta verde. De chapa. En un segundo piso. Tendrá aproximadamente medidas de 0.60 por 1.20. Nadie puede entrar ahí sin agacharse y, teniendo en cuenta que se accede por una de las tantas escaleras caracoles, la entrada es casi imposible. Sigo al grupo y a las mujeres que sirven de guías. Me siento extranjera. Así me ven y eso soy. No debiera sorprenderme tanto.
Llegamos. Mate y bizcochitos. Nos cuentan, contamos. Nos aclaran. Políticos no queremos. (Pero, señora, desde que me lavo los dientes hago política, desde que cruzo la calle, desde que me tomo un bondi, desde que la saludo, desde que compro cigarrillos hasta que me acuesto y pongo el despertador, señora. Hago política desde el nacimiento, señora, sin alinearme en ningún partido señora pero no me diga que políticos no porque eso es imposible. Usted misma, señora, hace política, desde que le dá la teta a su bebé hasta que le canta el arrorró). Ya estamos afuera. No, señora, claro que no, quedesé tranquila, no va a haber política. Agradecimientos varios. Hasta la próxima.
Caminamos. Un poco más cabizbajas. El comisario con cara de bulldog no pareciera haber tenido una buena noche. O hace cincuenta años que no pasa una buena noche.
El camino de vuelta. Cables, torres, barro. Casa con puerta verde. Rejas llenas de plantas. 80 mil habitantes. Construcciones a 20 mil dólares. Hotel lujoso (sin comillas) en la esquina. Unos nenes corren en el patio enjaulado, otros bajan y suben peldaños como si nada.
Otra vez. Salimos como entramos. Más viejas y más cansadas.
Miro para arriba. Y si. Definitivamente, a la Villa 31 podríamos llamarla Palermo Caracol.

jueves, 14 de mayo de 2009

No quiero Box!!!

Voy al kiosko amigo, que empieza a dejar de ser amigo a partir de ahora. Buen día, Walter! Un Next común, por favor. Tengo box. No quiero box. Pero tengo box.
Volvamos. Ayer voy a un kiosko no amigo, o sea, desconocido. Qué tal, un Next común por favor. No tengo común, tengo box. Hostia.
Volvamos. Desde hace una semana, vaya al kiosco amigo, al conocido, al compañero, al enamorado, ninguno tiene Next común, sino Box. La razón de mi capricho? 25 centavos más. Que significa mucho. El 25 para el bondi que siempre falta, 1 chupetín y medio, casi dos chicles y ahí me quedo. La razón de ellos? Ninguna!! Si le sacan a cada atado nada más que $0.08 centavos!! Cuá es la diferencia?
Intento de argentino piola. Típico comerciante ventajero. Mucha indignación de mi parte? Exagerada? Si, es posible.
Ahora. Esto se agudiza. El kioskero no amigo, ante mi estúpida pregunta por qué nadie tiene común?, responde: básicamente porque uno en su negocio hace lo que quiere. (le faltó decir: si no te gusta, andate). Algo realmente cierto pero no por eso menos indignante. En ese momento, subiéndome a la caramelera y, saltando sobre todos los chocolates crujientes y golosinas, grito ah si? y yo hago lo que se me canta…el aire es libre...lero lero!!!! Lejos de la realidad pero no de mi imaginación, pago y me voy.
Respuesta del kioskero amigo: si no te gusta, flaca, el 28 de junio, no los votes. Y qué tiene que ver???? Si el que decide qué pucho vender y qué no, sos vos, gil de goma!!. No Kirrrrrner!!. En todo caso ellos deciden los precios. Pero yo tengo que poder elegir entre fumar uno u otro. Tratando de mantener las relaciones vecinales amistativas, contesto No tengo un buen día Walter, te pido disculpas, pero la verdad...tengo razón. A lo que escucho, pero yo sí tengo un buen día, estás nerviosa? por qué no te conseguís un novio?. Punto 1) No te hagas el canchero, kioskero cuarentón, que hace un mes me pediste el teléfono tres veces y me invitaste a tomar algo más de cinco. No te hagás el piola por tener, en este momento, a una clienta más o menos accesible adentro del negocio. Y, peor, cuando te dije rotundamente ni en pedo (literalmente, lo juro!) todas las veces que me lo propusiste, frente a todos tus amiguitos que miraban asombrados, se te desfiguró la cara. Punto 2) Tenés poder? Creés que tenés poder? Tenés un buen día? Mirá lo que hago con tu buen día. Entro al negocio, empiezo a gritar, le tiro la fiambrera al suelo después de abrir todas las heladeras y romper una por una las botellas contra el suelo y agarrar todos los boxes de la cigarrera y prendérselos fuego.
Finalmente, opto por el punto 3) Pago y me voy.
Con 25 centavos menos, más los de ayer 50, más los de hace una semana $1.75.- y así sucesivamente hasta llegar a un sueldo.
Ok. A no ponerse nerviosos.
Después de la indignación…necesito comunicárselo a alguien, quién puede tener ganas de escuchar mi queja matinal?…cuando empiezo a resignarme, estoy por entrar a casa y veo que me hace señas un bombero amigo (primer paréntesis: no es que yo tenga amigos por doquier -o si- pero bueno…casualmente...en fin…) (segundo paréntesis: he recibido críticas por hacerme amigos a rolete y de bomberos, por sobre todo) (tercer y último paréntesis: vivo al lado de un cuartel de bomberos y, no sé por qué extraña razón, uno de ellos me tomó cariño y cada vez que pasa con el auto-bomba y yo estoy caminado, toca la bocina con su sonido apenas estridente y grita Vecina!!!!!!!!!. Yo, roja, ah qué tal…apenas saludo y sigo como si nada). En fin. Me hace señas, voy. Qué tal vecina?? Ufff y en mi afán por sacarme el mal humor, le cuento la situación vivida. Le miro la cara y veo que no me está escuchando...está mirando mi pinta de entre-casa, los ojos dormidos de las 10 de la mañana y mi pelo descontrolado, sin atar…y, en un intento por parecer normal…y vos ché? Asustado, saca un cd del bolsillo: mirá, te quería mostrar la ecografía de mi hija. Ok. Paren las rotativas. Caigo. A nadie le importa!!!! A quién le importa que una enferma histérica le cuente sus peleas con un kioskero? Qué te importa a vos, si es que todavía seguís leyendo?
Lo felicito, me hago la interesada y me voy.
Entrando a casa, proponiéndome no salir hasta que pase el invierno, descubro, entre el monedero, el celular y el vuelto…que tengo un Next común en el bolsillo.

lunes, 11 de mayo de 2009

Otra vez

Me clavan. Otra vez. Dos agujas. Si, dos. Un para sacarme la sangre sucia y otra para volver a meterla limpia. En el medio, una máquina la purifica. Así. Como por arte de magia. Decir que estoy atado a esto de por vida es una cursilería. Y el de por vida es inexacto. Pero así es. Por lo menos hasta que me cambien el riñón. Es extraño pensar que mi mente de treinta alberga un órgano de ochenta. Como si algo hubiera fallado en la formación. Evidentemente. O sea que cuando tenía uno o dos años, una parte de mi cuerpo tenía aproximadamente cincuenta. Un bebé borracho sin nunca haber bebido. Cuatro horas tres veces por semana estoy acá. Ya es casi como mi segunda casa. Hace dos años que es igual. Lo que a mi me parece una eternidad, a los médicos les parece poco. Los pacientes suelen estar atados a la máquina entre diez y veinte años. Depende lo que aguante la fístula. Decir que es aburrido es esperanzador. Podría decir que es insoportable. Aunque también lo es, todavía no me doy cuenta. Aburre esta rutina. Aburre como cualquier trabajo. Pero si no lo hiciera estaría básicamente muerto. Mi cuerpo se hincharía de líquido, mi corazón se aceleraría y, en unos pocos días, mi madre lloraría al hijo. Suicidado. Todas las mañanas, a las 6.30 cuando me despierto para venir al centro, pienso lo mismo. Cuál es la diferencia entre el estado vegetativo de una persona en coma y el mío. La conciencia. Mi conciencia hace que las restantes horas que no estoy acá pueda caminar, leer, salir, oler, mirar. El coma no. Y pienso por qué sigo. Mi cuerpo lleno de líquido necesita respirar. Mis cuatro kilos de más pesan como si tuviera veinte. Y cada vez que llego, me retan porque tomo mucho. Mucho significa dos vasos por día de Pepsi. Me encanta la Pepsi. Soy adicto. Si pudiera, lo sería. Si, ya lo sé. Cuánto más tomo, la diálisis es menos eficiente y nunca termina de sacarme el líquido de más. Y me dicen que me cuide. Que me cuide. Como si fuera fácil con cuarenta grados de calor contentarse con los cubitos de hielo. Y si. Los fines de semana dos vasos de Pepsi más algunos cubitos de hielo me arruinan. Llego al domingo pidiendo pista. La cara hinchada y el cansancio de un gordo obeso como si hubiera corrido una maratón en arena. Cuando me desenchufan, me miro al espejo y mi cara vuelve a la normalidad. La verdad, soy un tipo fachero. Menos mal. Si encima de todo esto fuera un tipo feo, nunca tendría una mina. Pero además soy simpático, atento, divertido, respetuoso y también caradura. Y si. No nada que perder. Por ahí me muero mañana o en dos horas o en un año. Ya estoy de vuelta. Lo peor de todo es que soy psicólogo. Lo peor o lo mejor, no lo sé. No sé si es mejor un tipo pensante y consciente de que se va a morir y que analiza cada paso como un vericueto de la psiquis o un tipo que lo hace y punto. Y además porque soy acompañante terapéutico. Mis pacientes lloran por cada pelotudez, pienso cuando los estoy escuchando. Puedo acompañar terapéuticamente a alguien mientras me tienen que acompañar a mi por la cercanía de mi muerte? Estoy realmente capacitado para atender a autistas, psicóticos, alcohólicos, drogadictos, suicidas? No lo sé. Debe ser. A veces siento que no puedo. Que no soy Superman. Que no puedo alejarle ideas suicidas a un pibe cuando yo mismo lo he intentado más de una vez. Pero hay que ser profesional. Di-so-ciar. Y a veces lo hago muy bien y a veces creo que antes de que se suicide, le voy a ahorrar el paso y lo voy a matar yo.
Todo el barrio sabe que tengo insuficiencia renal. Mi madre se lo cuenta a todo el mundo como si eso ayudara a que alguien me regale un riñón. Cada vez que voy a comprar pan, la panadera me pregunta “Y? como va eso?” Como el orto me dan ganas de contestarle. La gente te mira como un sobreviviente. Como un luchador. Como un héroe de novela. Pero yo no hago nada. Es un trabajo. Llego, me pesan, me conectan y me voy. Ché. Mis brazos están bastante baqueteados. Tremendas agujas. Son enormes. Y la fistula late. Se escucha mi corazón en mi muñeca. Es el mismo gesto que uno hace en la playa con un caracol, si ponés tu oreja en la fístula, escuchás el latido del corazón. Parece lindo. Dicho así hasta poético. Hoy estoy más cansado de lo habitual, el brazo me duele, el ruido de la máquina me aturde, la señora de al lado pretende que seamos amigos dialíticos. Hoy estoy para desenchufar esto y salir corriendo. Y morirme en plena calle. Y con la mente todavía lúcida, escuchar los enfermeros, la ambulancia, la gente agolpándose mirando al moribundo con esa curiosidad morbo que arrastran las tragedias. Me ponen suero, intentan reanimarme, me hablan, me miran. Pero yo ya no quiero. Ya no quiero esta vida muerta. Estoy cansado. Ustedes no entienden que estoy cansado. Soy ese porcentaje de vida que no merece la pena el esfuerzo. No tiene sentido. Ya estoy de vuelta. Soy de la gente que se anticipa a la muerte, que vive en el preámbulo de la muerte. Y todo me parece estúpido. Sin sentido. Sinsentido. Hoy estoy para donarle mis córneas a alguien que las necesite. Hoy voy a hacer beneficencia. Voy a donar las únicas partes de mi cuerpo que están en buen estado. Hoy ando con ganas de regalarle mis ojos a un cuerpo sano. Para que vean lo que yo no vi. Para que vean cómo hacen pis. Eso que hace rato que ya no hago. Para que tengan el placer de mirar cómo la vejiga se vacía en cada gotita de pis. Creo es justo. Es justo para mis ojos darle la oportunidad de mirar algo distinto. Se merecen algo mejor. Si. Ya tome la decisión. La señora de al lado está dormida, los enfermeros distraídos. De dónde se apaga esto?

martes, 17 de febrero de 2009


al Tin

la fortaleza se ríe a tus pies
la razón te deja desnudo
tanteás las paredes
la piedra es fría

es hora que dejes de pensarte planta
siendo un árbol

que dejes de pensarte arroyo
siendo un mar

que dejes de temblar en el túnel
solo en un rincón

teniendo tanta luz adentro
que enceguece

dale, prendé el fósforo
no vaya a ser cosa
que me dejes en penumbras.

viernes, 13 de febrero de 2009

Hombre o Topo: ésa es la cuestión

Tengo exactamente catorce cuadras hasta el subte. Diez desde Córdoba hasta Avda. de Mayo; tres desde Carabobo hasta Bonorino y una hasta Ramón Falcón, que es donde vivo. Y tengo exactamente dos cuadras hasta el colectivo. Una desde Córdoba y otra desde Rivadavia hasta Ramón Falcón. En medida de tiempo, y no dependiendo de otros factores como tránsito, semáforos, vendavales, calores o por qué no depresiones, angustias, pesadez, liviandad, alegría por nombrar algunas pocas, demoro en caminar hasta el subte y, desde éste hasta casa, aproximadamente quince minutos; hasta el colectivo y, desde éste hasta casa, dos minutos y medio. Ambas sin contar, claro está, las calles que hay que cruzar, los peldaños de las veredas que hay que subir, los recovecos que hay que tomar para saltear los baches, etc. Esto último puede llegar a significar tanto cantidad de metros, de manera que, todo junto, podría bien ser una cuadra, como también cantidad de segundos, por consecuencia, de minutos. Por ejemplo, los peldaños pueden medir quince centímetros o valer cuatro segundos. De esto se desprende que lo que en un principio eran quince minutos de caminata se pueden transformar en veinte y así sucesivamente con las variables ya mencionadas.
Ahora bien, la cantidad de viaje en subte es exactamente de veintitrés minutos. Si, si. Desde Microcentro hasta Flores, ese mismo viaje lo hacía mi bisabuelo hasta la actual casa de mi madre (en ese entonces su casa, apenas unas cuadras de la mía) pero con la diferencia que el transporte era la carreta lo que me hace suponer que tardaba, seguramente, (recordemos la Avenida Rivadavia empedrada) más de dos horas y media sin ninguno de los factores antes expuestos. Ahora, gracias a nuestros candidatos que supimos conseguir (como diría mi padre) sólo tardamos veintitrés minutos. Posmodernidad que le llaman. Y, para seguir con el hilo conductor (aunque todavía no hablé de ellos) la cantidad de viaje en colectivo, haciendo el mismo trayecto, es de cuarenta minutos; sin contar la fauna y flora de la ciudad a la que después nos dedicaremos, que puede (y casi con seguridad lo logra) demorarse un poco más.
De todo esto se deduce que, si tomamos como medida el tiempo real, comparando la cantidad neta entre los transportes, sumando camino y viaje, es exactamente la misma; a lo sumo el subte puede aventajarle al colectivo diez o quince minutos que, no está de más decir, es muchísimo en los tiempos que corren: desde una cola de menos en el banco hasta un mate de más en la propia casa. Sin embargo la diferencia fundamental estriba en la calidad. A ver. Definamos Calidad de Transporte Público. Como su nombre lo indica, lo toman en la hora pico (hora a la que me dirijo hacia uno u otro) la mayoría de los trabajadores de la Ciudad de Buenos Aires. Esto implica que en ninguno de los dos transportes uno viaja cómodamente, sino abarrotado contra, en el mejor de los casos, el codo de un muchacho musculoso o, en el peor, contra el busto transpirado de una señora mayor. Si es en el mes de Julio, el calor humano es algo casi agradable; pero en pleno Febrero ese calor es inhumano y hasta oloroso. Sin nombrar aquí al señor que intenta rozar con su arrugada mano la pierna de alguna niña mientras a ella no le queda más remedio que creer que no hay lugar adonde el buen hombre pueda moverse. Tampoco uno se libra de las quejas, insultos, suspiros, chistidos de los pasajeros quienes, al igual que uno, desean llegar rápida y fugazmente a su hogar. En este sentido, la calidad es inaceptable en ambas. Ahora bien, en un sentido más amplio y hasta poético, ser un topo correteando por los túneles de Buenos Aires no es algo demasiado agraciado si lo comparamos con las calles donde uno puede mirar el paisaje, respirar por una ventanilla, divertirse con los transeúntes. Eso puede suceder si viviéramos en Paris donde uno supone que están mejor pero en realidad nadie lo sabe. Pero en esta ciudad donde el Hacer Buenos Aires hace (justamente) que todas las calles y avenidas estén cortadas en los mismos diez días todas a la vez, es difícil poder pensar en un viaje colorido cuando escuchamos los tractores, las bocinas, los insultos de los colectiveros y pasajeros por los desvíos causados. Esto no sólo demora un poco más esos famosos cuarenta minutos de viaje sino también tiñen la felicidad del aire libre en un aire viciado de apuros y malhumores. Desde este punto de vista, el topo pareciera ser, aunque no poético, el más adecuado. El tren subterráneo no tiene baches ni cortes pero además no tiene changuí para el viajante malhumorado ya que, en caso de que le cierren las puertas, no tiene más remedio que esperar otro porque, si quisiera treparse a la ventana para viajar igual (algo harto común en el colectivo), seguramente le cortaría medio cuerpo ni bien el subte entrara al túnel. En este sentido, el colectivo pareciera ser más democrático. Pero a quién le importa la Democracia de los Transportes Públicos. Otra ventaja, pero esta vez para los conductores de subte, es que, al tener la cabina apartada de los pasajeros tienen, no sólo la facilidad de no pelearse con la máquina expendedora sino que disminuye su riesgo de muerte causado por algún pasajero exaltado como ha ocurrido, hace no tanto tiempo, en una línea de colectivos.
Ahora sí podemos decir que, dependiendo del temple de la persona a viajar, uno y otro tiene su gracia. Hombre o Topo, esa es la cuestión.
Llegado a este punto lo que no termino de comprender es mi elección. Naturalmente prefiero el subte porque me gusta caminar y esos quince minutos que le aventaja al colectivo me permiten acariciar dos veces más el lomo de mi gata, entre otras cosas. Reconozco me da un poco de lástima la topocidad cotidiana del conductor (incluso la mía) pero habría que preguntarle a él qué se siente, quizás está muy a gusto, si es que es posible creer que una persona que está más de seis horas sin ver las luz no siente lo mismo que un preso en una cárcel aunque sea una vigésima parte, salvando las distancias. Sin justificar demasiado mi elección, diría que prefiero el subte.
Ahora bien, un día como hoy, con una tormenta que taladra la ciudad decidí, aún mojándome el alma y con vestimenta ejecutiva, es decir, tacos, pantalón blanco y musculosa veraniega, caminar las benditas catorce cuadras. Mientras pisaba charcos e intentaba fumar el cigarrillo imposible pensaba en si mi decisión era la correcta. Cualquier otra persona hubiera dicho que definitivamente no. Más cuando subí al subte y la gente me miraba por la cantidad de agua que corría por mi ropa, mi cuerpo, mi cara y mi pelo.
Pero cuando llegué a mi casa y pensé en el mate caliente y le hice la fiesta de bienvenida a mi gata, recién ahí, en el instante de encender la hornalla, entendí que no tengo idea por qué elegí que me lloviera encima pero que, seguramente, si hubiera elegido el colectivo, no hubiera prendido esta computadora.

Capote

Ver la película Capote, sobre “A sangre fría” de Truman Capote me dieron ganas de escribir. También me dieron ganas de leerlo. Pero siendo la una de la mañana del domingo, las posibilidades de conseguirlo y leerlo parecen escasas; de manera que me inclino a la primera. Antes de empezar pensaba que seguramente mis intentos de escritora frustrada estarían satisfechos si fuera contratada como columnista para Página/12, por ejemplo. Creo que podría resignarme a menos, por ejemplo, Clarín, Popular, Crónica…pero pongamos por caso que así fuera. En el caso de ser columnista de ese diario, en este momento, café en mano, haría un artículo sobre la película que acabo de mirar. Y sería sencillo: empezaría igual que como empezó esto. Idioma legible para la comunidad, escena de una vida cotidiana que siempre atrae a la gente común, un poco de sentimentalismo en mitad del escrito y una reflexión final sobre Capote, su vida y la vida del argentino medio, por ejemplo, algo bastante habitual en los tiempos que corren. Esta descripción (opinión) para nada quiere desmerecer a lo columnistas del diario. De más está decir que los que escriben allí son algunos de los más reconocidos periodistas/escritores de Argentina; Pauls, Bayer, entre otros. Pero convengamos que esta temática: -literatura/cine-vida ordinaria y personal-reflexión final- es una forma literaria bastante tradicional para una columna de opinión de diario. Lo distintivo entre lo de ellos y yo, claro está; sino estaría como ellos, café en mano, escribiendo este artículo para mañana y no como estoy, café en mano, escribiendo para mi.
El problema surge cuando, frente a la hoja en blanco, se supone que uno debería escribir algo fascinante: ficción, autobiografía, trágico, alegre, dramático, narrativa, poesía, cuento…algo que llame la atención. Sólo es posible el éxito como escritor si uno escribe algo distinto. Supongamos que decido escribir sobre esta tarde de domingo…qué persona en este mundo va a leer mi relato sobre mi tarde de domingo? Seguramente nadie. Salvo que, nuevamente, sea alguna columnista de diario. Entonces uno debiera contar algo que nadie haya leído, aunque las influencias sean todos y estén videntes en cada pasaje, debería haber ALGO que alguien no haya escrito. Pero no. Por lo menos no es mi caso.
A veces me pregunto de dónde sacan la bendita imaginación para inventar (o descubrir?) las novelas que escriben. Cómo se inspira esta gente? En Yenny, El Ateneo o en Parque Rivadavia habrán más de cien mil volúmenes. Cómo se les ocurre?
Truman Capote se inspiró en un asesinato para escribir ese libro que lo convirtió en el autor más reconocido de EEUU (aunque ya lo era bastante). Cuántos asesinatos necesito yo para escribir dos líneas de mi próxima novela? Estaría toda la población muerta. Menos los asesinos y yo. Y aún así no lograría inspirarme porque tendría al chino del supermercado de enfrente muerto y no tendría café. Y sin café no hay novela. Y sin cigarrilo, menos. Entonces…? Imposible.
O tengo que resignarme y decidir que la escritura no es lo mío o tengo que empezar a pensar cuál puede ser el disparador de un escrito importante. Niñez turbada? Infancia dolida? Adolescente incomprendida? Adultez perdida? Me temo que esto ya ha sido usado extensamente, incluso por mí.
Sólo queda el uso de este teclado que no grita como el de Pizarnik.
También puedo enviar este textito a algún familiar caritativo que nunca va a decir que esto es una verdadera basofia y que, cuando estén distraídos leyendo algún diario, sonrían cuando le hablen de Capote. Y quizás eso baste. Para mi.
Entonces ya no necesitaría ningún escrito trascendente para nadie.
Dejémonos de reflexiones chatas que sólo intentan hacer algo trascendente desde lo intrascendente; algo nuevo desde lo cotidiano. Te dejo en paz, querido familiar. Se me enfría el café y todavía no terminé la nota para mañana.